Lobo
negro
de
figura triste,
lobo de alma purpurada*
en tránsito esquivo de luna nueva;
de denso y áspero pelaje,
de templada mirada seca y detenida.
En
la tiniebla palpitante,
hambriento
de luz,
atisbas resplandores en tus ojos ambarinos.
Los
calores,
jubilosos,
se
brindan a tu piel en su presura enamorada
irradiando
el frío nocturno.
Al paso atento, a la carrera incierta
rondas
por las tierras negras
desvelando un fulgor de media luz
que
se muestra y que se vela,
que
se brinda y desdibuja.
Enhebrado a penumbras
anidadas en el riesgo y la porfía
discurren
tus andares, afanes y ordalías.
Tu
cuerpo brillante ni asoma ni despunta
entre
la niebla oscura y los polares vientos.
Lobo
embozado a la tiniebla,
acaso
ya se esboce tu figura
en
la paleta de azabaches
imaginando
la noche del poder;
mirando
a ese norte imaginario
que
dijo el decir de los lakotas.
A
su amparo deambulas
por
la senda de la cata desatada
Sobre
ti, el alzado de un cielo azul plomizo,
casi
negro.
Cielos
negros, tierras negras, piedras negras,
entre
destellos,
bien
agarrado al enigma de la esfinge,
violentamente
sacudido.
¿En
qué tierra me hallo?,
¿en
qué umbral de realidad esquiva?.
Las
formas ni se ven, ni se divisan
en
la umbría de este desierto opaco y pedregoso
sin
límite visible.
Lobo
negro,
merodeas
por la cima de un volcán.
Brincando
piedra a piedra
dejas
la firma de tu garra.
Mientras
ríos de lava primigenia,
ardientes
y pesados,
se
deslizan trotando ladera abajo.
Brincas
crispado en esa tierra ardiente,
lobo
negro,
al
compás del burbujeante fuego
de
una vasta tierra silenciosa.
Y
tu, entre visiones y palabras
ahí
te ves, de repente,
con
estampa de lobo y en lo alto del volcán,
como
esos atribulados que despiertan vivos
en
la escena de los sueños.
Lobo,
entre
los ríos de un magma primigenio
que
calienta,
rompiendo
y dando relieve a la monótona negrura.
Tu
cuerpo arde en ese mismo fuego
y
con tus manos sientes la lumbre
en
tu boca, en tu garganta, en tu pecho, en tu piel.
Un
fuego como humor hirviente
arrebatado
y salvaje rompiendo todo dique;
deslizándose
desde la comisura de los labios
el
magma y la sangre de la tierra;
piedra
líquida de luz ardiendo,
como
horno de misterio que se brinda.
Recuerda
simple humano tu boca crujiendo y alargándose
mutando
en fauce y quijada de lobo.
Recuérdate
lobo
y
fuera de sí en la vereda visionaria
con
tu garganta henchida con la sangre de la vida
elevándose
como monte que se yergue.