El brillo (Al Nietzsche poeta)
Volverán los inviernos del cuerpo
con su mueca de hielo hilvanada en gris crepúsculo
pero esta brisa cálida que arrulla y agasaja,
en el vigor templado que derrama,
clama eternidad.
Desde lo más hondo de lo vivo,
sola,
sin más,
todo lo ampara y todo lo concilia
arraigando sencilla en la vida fuerte y su centella.
En esta tarde dulce,
al fin,
airea mi piel el viento más amable y delicado.
Mi alma se acoge a un júbilo fresco y los ojos se humedecen
en el velo descorrido.
Todos los dolores caben
en el candor de una flor de nieve.
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