Sobre el aria d ela suite nº3 de bach
¿Existe dios?.
Me hablan de Dios y yo contesto,
como a empellones dejándome caer,
en ese espejo oscuro que devuelve
los rostros que allí encauzan su mirar.
Así son los ojos de los asnos sedosos y tranquilos;
cristales negros acogiéndolo todo,
obsidianas de vida bien pulidas,
ojos grandes y profundos
devolviendo la mirada que se asoma a su mirada…
Hagan por verlos al filo del crepúsculo.
¿Existe Dios?.
Podríamos decir,
“es razonable pensar esa imagen de la más absoluta potencia
incesantemente amparando tramas de sentido y color”
Podriamos decir.... Acaso ser dichos
desde un Misterio discretamente ubicuo de potencia eterna...
No da la mente para esa medida desmedida
y respondo perdiendo pie, decía,
dejándome caer,
caído al fin,
casi sepultado al filo del barranco de dura roca
desmenuzándose en la orilla de fina arena danzarina
al encuentro de un mar salvaje
sin límites ni aduanas,
vacío, potente, sin forma.
Nada en el anhelo que se eleva en la marea...
Nada en la belleza mecida en su certeza...
Nada en el oceano salvo las olas que lo rizan
retornando a su matriz
Y ahí me las encisco
como si de mis manos brotara agua fresca y bullente
derramándose en corazón encendido
hecho yesca ya encharcada en luz...
Me voy quedando pero salgo
hacia más allá de de mí
mecido por el aria más salvaje...
Mi corazón arde en belleza,
y ebrio siento que la belleza nos dice,
y ahí la palabra es, por fin,
palabra de nadie,
simplemente palabra.
Las columnas de agua rasgan el velo
caldeando el cuerpo jubiloso
y ya danzan con mis manos.
La ebriedad desvelada,
agua de fuego anegándolo todo,
la belleza que se toca,
y nuestro cuerpo tierra abierta al arado y a su surco.
Es la noche cerrada de la luz y de la forma.
Al borde de la copa rebosante,
emboscado en la noche más cerrada,
el copero desvela su cáliz de silencio
desde su mano de hierro y seda.
¿Dios existe?
Nada que decir de Dios.
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